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Una hora antes de la hora de cierre, culminando mi recorrido artístico de un día centrado en Diego Rivera y Frida Kahlo, llegué a La Casa Azul en el encantador barrio de Coyoacán en la Ciudad de México.

Casa Azul, hogar del Museo Frida Kahlo, tiene un nombre apropiado, el exterior es de un azul cobalto que no tiene rival en la naturaleza. En el interior, las habitaciones estaban bañadas por una luz que cualquier pintor envidiaría.

Aquí, de vez en cuando, Frida vivía con Diego Rivera. Es la misma casa donde nació, creció y murió. En 1958, Diego había donado la casa en honor a Frida.

Lo más destacado de mi visita posterior a Casa Azul a fines de 2014 fue una exhibición temporal del corsé de la pierna de Kahlo, muletas y una prótesis de pierna unida a una bota colorida que ella decoró con dragones chinos. Diego no había permitido que se exhibieran estos objetos hasta que pasaron al menos 50 años desde su muerte en 1954.

Los dispositivos médicos revelaron toda la extensión del dolor constante de Frida, como resultado de la poliomielitis cuando era niña y de una barra de metal que la había atravesado cuando tuvo un accidente de tranvía. Había decorado cada objeto como si fuera un lienzo, proporcionando una mayor comprensión de su carácter.

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